Tamara Landau

El Nacimiento imposible o el niño enclavado - fobias y neurosis de angustia

Teoría

La experiencia clínica me llevó a constatar que numerosos pacientes neuróticos sufren trastornos del reconocimiento del cuerpo propio que expresan a través de vivencias corporales recurrentes: la impresión de ser transparentes, de no tener un cuerpo que les pertenezca de veras, de sentirse ligeros a la vez que muy pesados, y sobre todo, de no reconocer su propia imagen en el espejo, pero sí, la de su madre (particularmente las mujeres).

Tales trastornos se expresan también por frecuentes lapsus como “mi madre” en vez de “mi abuela”, “mi padre” por “mi abuelo”, “morí a los cuatro años”, o “voy a nacer en ,,,” de pacientes encintas.

Se observa con frecuencia esta inversión del tiempo de la genealogía en las mujeres encintas, y, comúnmente, en las pacientes bulímicas. Estas expresan claramente estas impresiones: “la cara que veo en el espejo es la de mi madre”; o: “no me reconozco en el espejo, de cintura para abajo, ya que mi cuerpo y mi grasa no me pertenecen, pertenecen a mi madre”; o: “la mano que me atiborra de azúcar pertenece a mi madre”.

Ahora bien, en las bulímicas, esta vivencia fusional va acompañada también de una pulsión destructiva que expresan claramente: “yo como para matar a mi madre”.

Estos trastornos en conjunto proceden de la persistencia de un lazo fusional madre-hijo.

Este lazo fusional se caracteriza por las fantasías originarias “una vida para dos”, “un cuerpo para dos”, y modela en el hijo la percepción de su propio cuerpo: lo que la madre no ve, no siente y no nombra, no existe.

En consecuencia, toda tentativa de individuación es vivida como amenazadora, capaz de conducir a la muerte o a la locura. Según mi hipótesis, el feto está estructurado inconscientemente por un esquema corporal fusional organizado por su abuela con su madre, ya desde la vida fetal de esta.

Dicho de otro modo, la percepción del cuerpo propio del niño es inconscientemente estructurado por la abuela. Pero si, durante el embarazo, la mujer vuelve a tener la sensación de “pertenecer” al cuerpo de su propia madre, después tiene el sentimiento de “pertenecer” al cuerpo del feto, y éste, a la inversa, tiene el sentimiento de “pertenecer” al cuerpo de su madre y de su abuela.

Este proceso constituye el fantasma originario del árbol invertido, que los dibujos espontáneos de pacientes permitieron concretar.

En este libro explico cómo la madre logra elaborar inconscientemente este proceso ontogénico mediante un esquema de fantasmas originarios (de origen filogenético ya que ligado a las pulsiones de autoconservación del yo) a lo largo del embarazo (fase denominada “huella primordial”) para organizar el esquema fusional que forma con el niño, por una parte, y, por otra parte, para desprenderle inconscientemente de este lazo fusional originario.

En efecto, pude observar clínicamente que el proceso ontogénico continúa también después de nacer el niño, durante unos tres años (fase denominada “huella primaria”). Durante la huella primaria, la madre continúa inconscientemente el proceso de elaboración psíquica para desprenderse del sentimiento de pertenecer al cuerpo del niño.

En efecto, este sentimiento, muy fuerte al nacer el niño, disminuye de intensidad progresivamente (a nivel biológico), a lo largo de tres fases, que duran alrededor de un año, cuando el niño ha alcanzado una madurez y una autonomía psicomotriz.

De todo ello se deriva una idea clave: si la madre, por diversas razones (ligadas a su historia, a su deseo, a su propia vivencia fetal, a su propia representación corporal, al momento que está viviendo, etc.) no consigue, durante el embarazo, tomar conciencia de las modificaciones experimentadas en su cuerpo ni elaborar inconscientemente el proceso filo-ontogénico en curso a través de los fantasmas originarios, provoca una desorganización del esquema corporal del niño.

Dicha desorganización va a ser la causa más precoz de los trastornos de la percepción del cuerpo propio y de los trastornos psíquicos en el niño, y, en particular, la causa arcaica de las fobias y de las neurosis de angustia.